viernes, 17 de octubre de 2025

Ayer fue un día extraño

Ayer me ocurrió algo que nunca antes había vivido. Desde temprano, sin saber por qué, me sentía iracundo. Era como si algo dentro de mí se hubiese encendido sin razón aparente. Tenía ganas de discutir, de pelear, de confrontar al mundo. Y lo peor es que lo hice. Me enojé con mis estudiantes, con situaciones mínimas, con detalles que en otro momento habría dejado pasar sin mayor importancia.

Al llegar a casa, el mal genio seguía ahí, persistente, como si se hubiera pegado a la piel. Todo me molestaba. Cualquier cosa, por insignificante que fuera, era suficiente para hacerme estallar. Yo, que suelo ser paciente, ayer no lo era. Si me miraban, mal. Si no lo hacían, peor. Era como si todo a mi alrededor se hubiera convertido en un detonante.

Lo más desconcertante fue sentir cómo ese enojo brotaba desde adentro, como una especie de energía oscura difícil de controlar. No quería hablar con nadie. No quería escuchar a nadie. Solo quería alejarme de todo, mandar el mundo al carajo y quedarme en silencio.

No sé qué lo provocó ni qué significado tuvo, pero fue un día distinto. Extraño. Tal vez el cuerpo o la mente a veces necesitan explotar para recordarnos que también somos humanos, que no siempre podemos con todo, que no siempre tenemos el control.

sábado, 13 de septiembre de 2025

Hoy empezó todo

Hoy (ayer 12 de septiembre de 2025) iniciaron las inscripciones para el Doctorado en Administración de la Universidad del Valle, un programa que llevo en mente desde hace uno o dos años. Apenas supe que se había abierto el proceso, no lo dudé: me inscribí. Me faltan algunos documentos y terminar el proyecto para enviar, pero ya di el primer paso.

Lo curioso es que, mientras llenaba los datos del formulario, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Era como si en ese momento se condensaran muchas emociones: ansiedad, miedo, felicidad. Todo al mismo tiempo. Creo que pocas veces en mi vida he tomado una decisión tan consciente como esta. Hacer este doctorado no solo es una apuesta por el futuro profesional que he decidido construir, sino también la posibilidad de cumplir un sueño que me ha acompañado desde niño: ser parte de la Universidad del Valle, convertirme en univalluno.

Esta noche, mientras revisaba entradas anteriores de este blog, no pude evitar recordar mis inicios en la Universidad Nacional de Colombia. Me vi otra vez allí, empezando mi pregrado en Administración de Empresas casi por casualidad, por un golpe de suerte que terminó transformando mi vida entera. Pensé en todo el camino recorrido, en el apoyo incondicional de mi familia, de mi mamita, de mis papás, de tantas personas que han estado a mi lado. Y eso me llenó de nostalgia, pero también de profunda gratitud.
Hoy estoy a la espera de terminar la inscripción, de formalizar todo, de enviarlo y, ojalá pronto, de matricularme y empezar esta nueva etapa. Sé que no será fácil, pero también sé que es lo que quiero. Por eso quise dejar plasmada esta fecha aquí, en este espacio que se llama Un Caleño pero que, quizá algún día, cuando lleve las dos insignias de las dos universidades públicas más importantes de mi vida, termine llamándose Un Hijo de la Pública. No lo sé. Lo que sí sé es que hoy empezó algo grande para mí.

martes, 2 de septiembre de 2025

Mi adolescente interior fue feliz: ver a Green Day en vivo fue una experiencia religiosa

El pasado 23 de agosto me di un regalo que llevaba mucho tiempo esperando: le cumplí un sueño a mi adolescente interior. Vi en vivo a Green Day, la banda de punk rock que me acompañó en tantos momentos de mi juventud.
Recuerdo cuando MTV todavía pasaba videos musicales y American Idiot o Basket Case aparecían entre canciones de Aerosmith, Robbie Williams o Michael Jackson. En mi colegio existía un pequeño movimiento punk que rechazaba a Green Day por ser “comerciales”. Pero a mí, más allá de las etiquetas, me gustaba cómo sonaban. No entendía bien lo que decían, pero conectaba con la energía.
Hubo épocas en que poner sus videos —ya en tiempos de YouTube— me ayudaba a sobrellevar pensamientos difíciles. Aprendí a pronunciar “twenty-one” en inglés con 21 Guns. Siempre quise verlos en vivo. Pero durante mucho tiempo no tuve cómo: ni dinero, ni visa para viajar, y cuando venían a Colombia, simplemente no podía. Antes de este año, Green Day había estado dos veces en el país… y en ambas ocasiones me lo perdí.
Todo cambió ese 23 de agosto. Viajé a Bogotá a encontrarme con Libardo, un gran amigo. No iba con muchas expectativas, siendo sincero: hacía rato no escuchaba más de tres o cuatro canciones seguidas de la banda, y solo las más populares. Un comportamiento bastante poser, lo admito. Pero lo que ocurrió superó cualquier idea que tenía.
El concierto fue una experiencia religiosa. Ni Paul McCartney —mi ídolo absoluto— ni Coldplay, a quienes adoro, me hicieron sentir lo que sentí con Green Day. Quizá porque ellos llegaron a mi vida cuando ya tenía criterio musical formado, mientras que Green Day fue parte del proceso de crecer, de buscar identidad, de sobrevivir emocionalmente a la adolescencia.
Y sí, fue religioso. El lugar vibraba. Todo comenzó con Bohemian Rhapsody de Queen, coreada por  40.000 almas como si Freddie Mercury estuviera en escena. Le dije a Libardo que estaba empezando a llover. Salió Drug Bunny, y con la mítica Blitzkrieg Bop de los Ramones, Green Day apareció en el escenario del Vive Claro, ese nuevo lugar para los conciertos en Bogotá. Apenas arrancaron con American Idiot, la lluvia empezó a caer con más fuerza… y no paró. Pero no importó: lo volvió mágico. Cada tema parecía empujar más fuerte, más alto. Y justo cuando sonó el último acorde de Good Riddance, con Billie Joe, Mike y Tré en escena, la lluvia se detuvo. Como si incluso el clima supiera que el ciclo se había cerrado.
Cada canción sonaba más potente que la anterior. El pogo se desató y Libardo se metió de lleno. Yo no fui capaz, pero no dejé de saltar, cantar, gritar, llorar. Sentí cada nota. La lluvia bogotana, fría e implacable, no fue un obstáculo: fue parte del espectáculo. Y Billie Joe Armstrong lo supo. Supo leer al público, supo entregarse.
Green Day me dio, hasta hoy, el mejor recital de mi vida. No hay palabras suficientes para describir lo que sentí. Más de una semana después, todavía lo llevo dentro. La única consecuencia negativa fue que, desde entonces, me cuesta escuchar sus canciones en estudio: ya no tienen la energía abrumadora del concierto.
Ver a Green Day fue la cereza del pastel. Lo repetiría mil veces. Pero sé que esa noche fue especial porque no solo vi a una banda en vivo… vi a ese adolescente que alguna vez fui, sonriendo, llorando, saltando de emoción. Por fin, fue feliz.

jueves, 14 de agosto de 2025

Accounting and Artificial Intelligence: History, Challenges, and the Road Ahead

As an academic and researcher, I have witnessed how accounting has been part of human history since the earliest civilizations, constantly adapting to social, economic, and technological change. Yet today, the arrival of artificial intelligence (AI) and digital transformation is accelerating a shift unlike anything we have seen before, redefining the accountant’s role and raising critical challenges for education.

In my article "The evolution of accounting practice in the age of artificial intelligence: challenges and opportunities for higher education in public accounting", published in Cuadernos de Administración, Universidad del Valle and available via its official DOI, I bring together history, technology, and educational reform to explore this transformation.

I trace accounting’s roots from Mesopotamia and Egypt, through milestones like the Ottoman Empire’s Merdiban method and Luca Pacioli’s double-entry bookkeeping, to the technological revolution of Industry 4.0. This historical perspective reveals that the link between accounting and technology is nothing new—but today its speed and impact are unprecedented.

I show how AI and automation have freed accountants from repetitive tasks, enabling them to take on strategic roles: data analysis, decision-making support, risk management, sustainability reporting, and systems auditing. Far from being a threat, this shift is an opportunity to reposition our profession at the heart of value creation within organizations.

 

 

However, I also warn about accounting myopia. Many higher education institutions in Latin America still train accountants under a traditional technical model, leaving them unprepared for a digital and globalized business world. This creates a gap between what is taught and what the job market demands.

My proposal is to modernize curricula by incorporating technological skills (AI, big data, blockchain), critical thinking, language proficiency, and knowledge in business management and marketing. This way, accountants can become the bridge between technology and corporate goals.

I also stress the importance of lifelong learning and collaboration with technology professionals to innovate, strengthen information security, and anticipate risks. In today’s fast-changing business environment, the true value of an accountant lies in interpreting data, making decisions, and leading strategically.

I invite you to read the full article, where I develop these ideas and present concrete actions for the profession’s future. You can find it in Cuadernos de Administración or via its official DOI.

 

La evolución de la práctica contable en la era de la inteligencia artificial: mi mirada a los desafíos y oportunidades para la educación contable

Desde que inicié mi labor académica, he visto cómo la contabilidad ha acompañado a la humanidad desde sus primeras civilizaciones, adaptándose a los cambios sociales, económicos y tecnológicos de cada época. Sin embargo, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) y la transformación digital han acelerado un cambio sin precedentes, que hoy redefine el papel del contador y plantea nuevos retos para su formación.

En mi artículo "La evolución de la práctica contable en la era de la inteligencia artificial: desafíos y oportunidades para la educación superior en contaduría pública", publicado en la revista Cuadernos de Administración de la Universidad del Valle y disponible en su DOI oficial, propongo una reflexión que une historia, tecnología y educación.

Recorro el origen de la contabilidad desde Mesopotamia y Egipto, paso por el método Merdiban del Imperio Otomano y la partida doble de Luca Pacioli, hasta llegar a la revolución tecnológica de la Industria 4.0. Esta perspectiva histórica permite entender que la relación entre contabilidad y tecnología no es nueva, pero hoy tiene una intensidad y alcance sin precedentes.

 

Analizo cómo la IA y la automatización han liberado al contador de tareas repetitivas, dándole espacio para asumir funciones estratégicas: análisis de datos, asesoría para la toma de decisiones, gestión de riesgos, sostenibilidad y auditoría de sistemas. Este cambio, lejos de ser una amenaza, es una oportunidad para reposicionar nuestra profesión como un eje clave de la creación de valor en las organizaciones.

Pero también advierto sobre un riesgo: la miopía contable. Muchas facultades en Hispanoamérica continúan formando contadores bajo un enfoque técnico tradicional, sin prepararlos para un mundo digital y globalizado. Esto genera una brecha entre lo que enseñamos y lo que el mercado realmente necesita.

En el artículo propongo actualizar los planes de estudio con competencias tecnológicas (IA, big data, blockchain), pensamiento crítico, idiomas y nociones de gestión empresarial y marketing. Solo así lograremos que el contador sea un puente entre la tecnología y los objetivos corporativos.

También insisto en la importancia de la formación continua y la colaboración con profesionales de la tecnología, para innovar, fortalecer la seguridad de la información y anticipar riesgos. En un entorno empresarial que cambia cada día, el verdadero valor del contador está en interpretar, decidir y liderar estratégicamente.

Te invito a leer el artículo completo, donde desarrollo en detalle estas ideas y propongo acciones concretas para el futuro de nuestra profesión. Está disponible en Cuadernos de Administración y en su DOI oficial.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Les quiero mucho, pendejes

Hace tiempo descubrí que, aunque disfruto estar solo y aprecio mi espacio, también valoro profundamente construir amistades sólidas. Mis amigos son pocos, pero importantes. Curiosamente, con las mujeres suelo tener una conexión especial: me confían sus cosas, a veces incluso más que los hombres. Sin embargo, ellos también me consideran alguien de confianza, y eso me alegra, porque para mí mis amigos son como una familia.
A los pocos —y pocas— que están, les tengo un cariño enorme. Esta semana escribí a varias amigas para decirles que las quería. Algunas se sorprendieron, otras lo recibieron con naturalidad. A los hombres no les dije nada; al final, seguimos siendo hombres y nos comunicamos distinto.

Lamento haberme alejado de algunos. Eso no volverá a pasar. No pienso permitirlo. Les quiero mucho, pendejes.