Hace tiempo descubrí que, aunque disfruto estar solo y aprecio mi espacio, también valoro profundamente construir amistades sólidas. Mis amigos son pocos, pero importantes. Curiosamente, con las mujeres suelo tener una conexión especial: me confían sus cosas, a veces incluso más que los hombres. Sin embargo, ellos también me consideran alguien de confianza, y eso me alegra, porque para mí mis amigos son como una familia.
A los pocos —y pocas— que están, les tengo un cariño enorme. Esta semana escribí a varias amigas para decirles que las quería. Algunas se sorprendieron, otras lo recibieron con naturalidad. A los hombres no les dije nada; al final, seguimos siendo hombres y nos comunicamos distinto.
Lamento haberme alejado de algunos. Eso no volverá a pasar. No pienso permitirlo. Les quiero mucho, pendejes.
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