lunes, 21 de abril de 2025

Prefiero la soledad, pero valoro a quienes eligen quedarse

No me gustan las multitudes ni socializar. Tengo muy pocos amigos por decisión propia, ya que suelo no escribirles ni hablarles con frecuencia. Cuando lo hago, es porque esa persona es realmente importante para mí.  

En una entrada anterior, compartí una confesión muy personal—quizá la más íntima que he hecho pública. Los sucesos que narré allí me marcaron profundamente y definieron muchas de mis actitudes actuales. Por ejemplo, cuando estoy frente a una chica que me gusta, a menudo siento temor y necesito confirmación antes de dar pasos como un beso, algo que no siempre es bien recibido. Esos mismos acontecimientos también reforzaron mi preferencia por la soledad y mi tendencia a evitar el contacto social.
Por eso quiero disculparme con aquellas personas a las que he ignorado, a quienes a veces trato como si fueran invisibles. No es que me caigan mal o algo por el estilo; simplemente, con el tiempo, me convertí en un "lobo solitario" y aprendí a valerme por mí mismo.  

Quizá por eso, cuando alguien logra llamar mi atención—o mejor aún, mantenerla—, significa que esa persona realmente me importa. No suelo socializar por compromiso, pero estoy trabajando en ello. Aunque disfruto de mi soledad, también aprecio la compañía de quienes eligen quedarse, incluso con lo difícil que a veces puedo ser.  

sábado, 19 de abril de 2025

mi confesión más personal

Hoy por primera vez quiero hablar de esto. Cuando tenía aproximadamente unos 12 años sufrí de abuso por parte de un "amiguito". Este vecino, alguien de mi edad, hacía pasar por un juego aquello que para mí era desconocido. Venía a mi casa a jugar y cuando nos quedábamos solos, algo normal si éramos niños, me forzaba a tocamientos y demás cosas. 
Está historia no la sabe casi nadie y desde hace poco he venido tratandola con mi psicólogo. Aprovecho que es semana santa para contarla aquí en mi blog porque hay mucho que ver por parte de la iglesia católica. Julián, así se llama mi agresor, era, cómo yo, monaguillo. Un día en la sacristía de Santa María del Valle, en el barrio Calima de Cali, volvió a forzarme y el sacerdote, quizá cómplice no hizo nada para evitarlo. El vio todo. Ese día deje de creer y no volví jamás a ese lugar. 
Julián aún sigue presente en mi barrio, es un borracho, gay que se la pasa por ahí andando. Mis papás le estiman, pero ellos no saben del daño que me hizo. 
Solo se que tengo algunos miedo al relacionamiento, miedos a la intimidad, entre otros que parecen estar conectados con estos espisodios. Esto no pasó una sola vez, pasó muchas veces. Aborrezco cada una de ellas y desafortunadamente las recuerdo completas. ¿Por qué escribirlo ahora? Porque quizá me he sentido mejor cuando lo suelto y porque mi proceso terapéutico me ha ayudado a soltar y a ser más franco. 
Julián David Torres, te aborrezco y espero que jamás vuelvas a acercarte a mi familia. El 31 de diciembre pasado tuviste la osadía de venir y saludar como si nada. Hoy se que si vuelve a pasar no seré responsable de mis actos.