sábado, 28 de junio de 2025

Lo que aprendí al perderme (y volver a encontrarme)

A veces, la vida nos sacude con situaciones o personas que nos hacen cambiar por completo de perspectiva. Llegan en momentos clave, cuando quizás más las necesitamos, como un revulsivo que remueve certezas y despierta nuevas inquietudes. Pero, con el tiempo, esas mismas personas o experiencias pueden hacer que nos alejemos de quienes realmente somos.

Eso me pasó en los últimos años. No me arrepiento del todo —cada paso me trajo hasta aquí—, pero reconozco que hay heridas que aún duelen y momentos que, si pudiera, preferiría no haber vivido. Me equivoqué al distanciarme de mis amigos, al empezar a poner en segundo plano a mi familia para complacer a alguien más. Y aunque esa experiencia me dejó aprendizajes valiosos —como la necesidad de tener más orden o de replantear mis expectativas— también me enseñó que cuando algo no es para uno, lo más sabio es saber dar un paso al costado.

A veces las rupturas, aunque necesarias, se dan de manera tan dolorosa que lo único que generan es distancia. Y cuando esa distancia viene cargada de reclamos, malentendidos o incluso acusaciones injustas, el vínculo termina por desgastarse hasta volverse insoportable. Pensar en medidas drásticas, en cortar todo contacto, en silenciar lo que duele... eso tampoco está bien. Pero ocurre cuando la toxicidad se acumula y la comunicación ya no encuentra un espacio seguro.

Hubo momentos difíciles. Situaciones que rozaron el acoso, dinámicas de dependencia emocional y física que terminaron por quebrarlo todo. Y, aunque nunca se dio una conversación final que aclarara lo pendiente, hoy tengo la certeza de que fue lo mejor. Es un capítulo cerrado.

Hoy me siento en paz. Agradezco lo vivido, incluso lo doloroso, porque todo me trajo hasta este presente. Estoy bien con mi vida, con mi nuevo cargo, con los espacios que ahora habito y que me llenan de propósito. Ser coordinador de investigación en mi facultad, ser consultado y respetado por lo que hago, me recuerda que he recorrido un largo camino y que sigo construyendo mi futuro.


Y si por alguna razón esa persona lee esto, solo quiero decirle gracias. Gracias por lo que fue, por lo que dejó, y por lo que me obligó a descubrir de mí. Le pido, eso sí, que mantenga la distancia. Desde el momento en que aparecieron acusaciones sin fundamento —como poner en duda mi ética profesional— perdí el último gramo de aprecio que quedaba. Pero aún así, gracias. Porque incluso de eso aprendí.

Gracias también a la vida. Porque en medio del caos, siempre trae claridad. Porque cuando uno se encuentra consigo mismo, el camino vuelve a tener sentido.

viernes, 6 de junio de 2025

Agridulce despedida

Ayer, 5 de junio de 2025, viví una jornada profundamente agridulce. Se llevó a cabo la última Jornada de Sustentaciones de Opciones de Grado en la modalidad de investigación del Programa de Contaduría Pública de Uniminuto. En ella se presentaron los últimos estudiantes que iniciaron su camino en el semillero de investigación que tuve el privilegio de liderar.


Fue un momento de alegría, sin duda. Todos aprobaron, defendieron sus proyectos con solidez y obtuvieron excelentes resultados. Pero también fue un momento de despedida. Esta fue mi última jornada en la universidad, el cierre de un ciclo profesional que marcó mi vida. Uniminuto fue la institución que me brindó la oportunidad de convertirme en profesor universitario, y dejar ese espacio no es fácil.


La jornada estuvo además marcada por una noticia desalentadora que recibí esa misma mañana. Uno de los libros que presenté ante la universidad, ya evaluado y aprobado, fue rechazado justo antes de iniciar el proceso de publicación. Oficialmente se atribuyó a razones administrativas, pero no puedo evitar pensar que se trató de una decisión personal. El libro había pasado más de dos años en trámites internos, y al devolvérnoslo, se encontraba desactualizado frente al contexto académico actual. No fue por falta de rigor o de cumplimiento, sino por la falta de gestión oportuna. Resulta frustrante ver cómo un esfuerzo colectivo y comprometido se pierde por causas ajenas a lo académico.

Y sin embargo, mientras esto ocurría, en simultáneo se celebraban las ceremonias de grado de los nuevos egresados. En esa ceremonia, tres de los trabajos dirigidos por mí desde el semillero fueron reconocidos como laureados o meritorios. La gran mayoría de mis estudiantes se graduó. No estuve presente, pero me sentí cerca de ellos.

Me voy de la universidad con sentimientos encontrados. Hay molestia, claro, por cómo se dieron algunas cosas. Pero también hay gratitud. Mucha. Me voy sabiendo que di lo mejor de mí y que recibí experiencias que marcaron mi vida para siempre. El camino sigue, quizá en otros escenarios y con nuevos desafíos. Pero Uniminuto, con todo lo que implicó, ocupará siempre un lugar especial en mi historia.

lunes, 21 de abril de 2025

Prefiero la soledad, pero valoro a quienes eligen quedarse

No me gustan las multitudes ni socializar. Tengo muy pocos amigos por decisión propia, ya que suelo no escribirles ni hablarles con frecuencia. Cuando lo hago, es porque esa persona es realmente importante para mí.  

En una entrada anterior, compartí una confesión muy personal—quizá la más íntima que he hecho pública. Los sucesos que narré allí me marcaron profundamente y definieron muchas de mis actitudes actuales. Por ejemplo, cuando estoy frente a una chica que me gusta, a menudo siento temor y necesito confirmación antes de dar pasos como un beso, algo que no siempre es bien recibido. Esos mismos acontecimientos también reforzaron mi preferencia por la soledad y mi tendencia a evitar el contacto social.
Por eso quiero disculparme con aquellas personas a las que he ignorado, a quienes a veces trato como si fueran invisibles. No es que me caigan mal o algo por el estilo; simplemente, con el tiempo, me convertí en un "lobo solitario" y aprendí a valerme por mí mismo.  

Quizá por eso, cuando alguien logra llamar mi atención—o mejor aún, mantenerla—, significa que esa persona realmente me importa. No suelo socializar por compromiso, pero estoy trabajando en ello. Aunque disfruto de mi soledad, también aprecio la compañía de quienes eligen quedarse, incluso con lo difícil que a veces puedo ser.  

sábado, 19 de abril de 2025

mi confesión más personal

Hoy por primera vez quiero hablar de esto. Cuando tenía aproximadamente unos 12 años sufrí de abuso por parte de un "amiguito". Este vecino, alguien de mi edad, hacía pasar por un juego aquello que para mí era desconocido. Venía a mi casa a jugar y cuando nos quedábamos solos, algo normal si éramos niños, me forzaba a tocamientos y demás cosas. 
Está historia no la sabe casi nadie y desde hace poco he venido tratandola con mi psicólogo. Aprovecho que es semana santa para contarla aquí en mi blog porque hay mucho que ver por parte de la iglesia católica. Julián, así se llama mi agresor, era, cómo yo, monaguillo. Un día en la sacristía de Santa María del Valle, en el barrio Calima de Cali, volvió a forzarme y el sacerdote, quizá cómplice no hizo nada para evitarlo. El vio todo. Ese día deje de creer y no volví jamás a ese lugar. 
Julián aún sigue presente en mi barrio, es un borracho, gay que se la pasa por ahí andando. Mis papás le estiman, pero ellos no saben del daño que me hizo. 
Solo se que tengo algunos miedo al relacionamiento, miedos a la intimidad, entre otros que parecen estar conectados con estos espisodios. Esto no pasó una sola vez, pasó muchas veces. Aborrezco cada una de ellas y desafortunadamente las recuerdo completas. ¿Por qué escribirlo ahora? Porque quizá me he sentido mejor cuando lo suelto y porque mi proceso terapéutico me ha ayudado a soltar y a ser más franco. 
Julián David Torres, te aborrezco y espero que jamás vuelvas a acercarte a mi familia. El 31 de diciembre pasado tuviste la osadía de venir y saludar como si nada. Hoy se que si vuelve a pasar no seré responsable de mis actos.