Seguí con mi vida y es lo que tú también deberías hacer. Te felicité por tu grado porque no tengo mal corazón, pero ese gesto no te da derecho a escribirme de nuevo ni mucho menos a buscar a mi familia. Usaste palabras duras, incluso ofensivas, y te metiste con mi integridad y con mi trabajo. ¿De verdad crees que así se construye un puente para una disculpa?
No te guardo odio. Pero sabes que no olvido.
Por eso te lo digo con toda tranquilidad: no me busques, no me escribas, no revises a mis amigos, a mis padres ni a mí. Cierra ese capítulo. Sigue tu vida.
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