Precisamente en momentos como hoy quisiera dejar todo tirado. Pero sé que no puedo. Y, sin embargo, la única razón que tengo es seguir adelante, aunque a veces ni siquiera exista una razón clara para hacerlo. Es como si avanzar fuera imposible y, al mismo tiempo, inevitable. Cada paso me hace sentir más pequeño frente a un horizonte que no cede.
Quisiera dejar de hacer las cosas por inercia, de seguir moviéndome solo porque toca, sin saber hacia dónde. Quisiera encontrar un impulso, un estado distinto que me saque de este punto donde nada parece encajar. Tenía expectativas, muchas, pero hoy no están. Y eso duele. Duele ver cómo el esfuerzo se desvanece, cómo los planes se deshacen en el aire. Duele mirar alrededor y notar que otros alcanzan lo que yo apenas sueño, sin tanto desgaste, sin tanto sacrificio. Yo intento, a duras penas, vivir sus horas de vida, mantener su ritmo, pero me cuesta el doble.
No estoy loco. Solo cansado. Cansado de remar contra la corriente, de tener que pelear cada pequeño logro, de sentir que todo me cuesta el doble. Espero que algún día no tenga que luchar así para conseguir lo que deseo. Que la vida, al menos por un instante, decida ser un poco más amable conmigo.