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jueves, 4 de diciembre de 2025

¡ya, supéralo!

Ya supéralo. Hace un año todo terminó. Fue bueno mientras duró, pero es agotador que sigas escribiéndome, revisando mis redes y dejando comentarios hirientes en mi blog. Y sobre todo, no tienes por qué contactar a mis padres.

Seguí con mi vida y es lo que tú también deberías hacer. Te felicité por tu grado porque no tengo mal corazón, pero ese gesto no te da derecho a escribirme de nuevo ni mucho menos a buscar a mi familia. Usaste palabras duras, incluso ofensivas, y te metiste con mi integridad y con mi trabajo. ¿De verdad crees que así se construye un puente para una disculpa?

No te guardo odio. Pero sabes que no olvido.

Por eso te lo digo con toda tranquilidad: no me busques, no me escribas, no revises a mis amigos, a mis padres ni a mí. Cierra ese capítulo. Sigue tu vida.

miércoles, 29 de octubre de 2025

El peso del esfuerzo

A veces pienso que la gente no entiende que hay personas que hacen más ruido que yo, y lo hacen con menos. Personas que parecen avanzar a trompicones, con más estruendo, mientras yo me esfuerzo en silencio. No saben que hay quienes pueden ver con claridad a través de sus propios ojos, mientras yo apenas logro usar los míos. Sí, aparecen en mi vida, los veo, y quizá suene extraño decirlo, pero siento que algunos alcanzan logros con el mínimo esfuerzo, como si el mundo se abriera fácilmente ante ellos. Mientras tanto, yo tengo que exigirme, forzarme, casi destruirme para llegar al mismo punto. No sé si los demás comprenden que las cosas son así, que algunos avanzamos con más peso sobre los hombros, no porque lo elijamos, sino porque así nos tocó el camino.

Precisamente en momentos como hoy quisiera dejar todo tirado. Pero sé que no puedo. Y, sin embargo, la única razón que tengo es seguir adelante, aunque a veces ni siquiera exista una razón clara para hacerlo. Es como si avanzar fuera imposible y, al mismo tiempo, inevitable. Cada paso me hace sentir más pequeño frente a un horizonte que no cede.

Quisiera dejar de hacer las cosas por inercia, de seguir moviéndome solo porque toca, sin saber hacia dónde. Quisiera encontrar un impulso, un estado distinto que me saque de este punto donde nada parece encajar. Tenía expectativas, muchas, pero hoy no están. Y eso duele. Duele ver cómo el esfuerzo se desvanece, cómo los planes se deshacen en el aire. Duele mirar alrededor y notar que otros alcanzan lo que yo apenas sueño, sin tanto desgaste, sin tanto sacrificio. Yo intento, a duras penas, vivir sus horas de vida, mantener su ritmo, pero me cuesta el doble.

No estoy loco. Solo cansado. Cansado de remar contra la corriente, de tener que pelear cada pequeño logro, de sentir que todo me cuesta el doble. Espero que algún día no tenga que luchar así para conseguir lo que deseo. Que la vida, al menos por un instante, decida ser un poco más amable conmigo.