No había leído nunca esta carta pero estoy completamente de acuerdo con ella, solo un genio como lo fue Einstein puede describir esa idea de tal forma.
Carta Atea de Albert Einstein
Por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de
mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida
sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca
sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser
llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del
mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla. […] No creo en la
inmortalidad del individuo, y considero que la ética es de interés
exclusivamente humano, sin ninguna autoridad sobrehumana sobre él.
La palabra Dios no es más que la expresión y el fruto de la debilidad humana, y la Biblia, una colección de honorables leyendas primitivas, las cuales, no obstante, son bastante pueriles.
Para mí, la religión judía, como las demás, es una encarnación de las supersticiones más infantiles. Y el pueblo judío, al que estoy contento de pertenecer y con el que tengo una profunda afinidad, no es diferente del resto.
No puedo concebir un Dios que premia y castiga a sus criaturas, o que tiene voluntad, tal como la tenemos nosotros. Tampoco quiero ni puedo concebir que un individuo sobreviva a su muerte física: Dejad a los espíritus débiles atesorar estos pensamientos, movidos por el miedo o absurdo egoísmo.
El deseo de ser guiado, amado, y apoyado, se expresa en los hombres en su concepción social y moral de Dios… el hombre que está convencido del funcionamiento universal de la ley de la causa no puede entretenerse en la idea de un ser que interfiere en el curso de los acontecimientos… un Dios que premia y castiga no es concebible para él.
Durante la infancia de la evolución espiritual humana, la fantasía creo a Dios a la imagen del propio hombre. La idea de Dios en el pensamiento religioso es una sublimación del viejo concepto de los dioses. En su lucha por el bien ético, los profesores de religión deben tener la estatura de abandonar la doctrina de un Dios personal.
Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomarme en serio.
No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propóstos están modelados según los nuestros; un Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad humana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por miedo o un egoísmo ridículo.
La palabra Dios no es más que la expresión y el fruto de la debilidad humana, y la Biblia, una colección de honorables leyendas primitivas, las cuales, no obstante, son bastante pueriles.
Para mí, la religión judía, como las demás, es una encarnación de las supersticiones más infantiles. Y el pueblo judío, al que estoy contento de pertenecer y con el que tengo una profunda afinidad, no es diferente del resto.
No puedo concebir un Dios que premia y castiga a sus criaturas, o que tiene voluntad, tal como la tenemos nosotros. Tampoco quiero ni puedo concebir que un individuo sobreviva a su muerte física: Dejad a los espíritus débiles atesorar estos pensamientos, movidos por el miedo o absurdo egoísmo.
El deseo de ser guiado, amado, y apoyado, se expresa en los hombres en su concepción social y moral de Dios… el hombre que está convencido del funcionamiento universal de la ley de la causa no puede entretenerse en la idea de un ser que interfiere en el curso de los acontecimientos… un Dios que premia y castiga no es concebible para él.
Durante la infancia de la evolución espiritual humana, la fantasía creo a Dios a la imagen del propio hombre. La idea de Dios en el pensamiento religioso es una sublimación del viejo concepto de los dioses. En su lucha por el bien ético, los profesores de religión deben tener la estatura de abandonar la doctrina de un Dios personal.
Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomarme en serio.
No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propóstos están modelados según los nuestros; un Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad humana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por miedo o un egoísmo ridículo.
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