Los emprendedores son agobiados por miles de preguntas ya
sea por su familia, amigos, compañeros o conocidos, es tal la influencia que en
algunos consiguen desistir de su ideal, en otros por el contrario los
fortalece, crean en ellos un sentimiento de demostrar que se es capaz de lo que
se quiere y de devolver todo comentario destructivo; y es ahí donde se
selecciona minuciosamente aquellos que aportan, que son parte de la solución,
que están ahí para escucharte. En algunos casos se despliega pánico a fracasar,
envidia, rencor, y esos son motivos para
sugerir no lanzarse a invertir, arriesgar, a trabajar por el sueño, por lo que
te llena o simplemente por ayudar a otros; ese pánico a fracasar hace parte los
padres, y quizá no sea su culpa, pues es un ciclo, una cultura, nunca se les ha
enseñado a arriesgar, se les ha dicho que tener algo seguro es mejor, pero no
saben que eso seguro que tienen es o fue el sueño de alguien más, que
seguramente no creyeron en su pensamiento; tampoco les dijeron que se aprende y
no se pierde, pues no es una derrota, es una lección donde se instruye para una
próxima ocasión, la podríamos llamar una estrategia a largo plazo.
Ahora una de las tantas preguntas devastadoras; ¿eso si
da dinero?, ¡Eso aquí en el país no funciona!, ¿Por qué tu proyecto va a
funcionar? si otros con dinero no lo han hecho es porque no es viable, no
encontraras quien te apoye. Estas son algunas trabas, pero solución solo hay
una, ¡mejor trabaja!; inicialmente no está mal emplearse, porque toda esa
experiencia es única, que enriquecerá tu proyecto y podrás proyectarlo mejor
que el de la competencia; pero sí está mal, cuando estas satisfecho por el plan que quieres llevar a cabo y te dejas
llevar por las pésimas intensiones de otros, hasta de los padres; aunque ellos
en ciertas ocasiones o en la mayor parte del tiempo suelen tener la razón no
saben lo que tú sientes al imaginar el impacto positivo que traerá tu intención.
¡Te comparto lo que eres tu emprendedor!
Mark Twain