Cuenta la leyenda que había un país en sur américa en el que sus habitantes no querían que su hermoso y próspero Estado se convirtiera como aquel vecino indeseable. Le huían a la hambruna, a la devaluación de su moneda, a la desnutrición infantil, a la mala atención en salud, a la falta de cobertura académica, a la escaces de alimentos en algunas tiendas, en fin, nadie en ese bello terrunio quería ser como los de al lado.
Al momento de las elecciones, porque en este país la gente tiene la capacidad de elegir quién los representa, ponían como prioridad está situación. Siempre se dejaban llevar y votaban por aquel que pregonaba proteger el Estado y evitar convertirse en el vecino. ¡Viva! ¡Viva! ¡Ese es el que es! Suelen decir en las calles.
Muchas veces desprecian a los demás candidatos sin tomarse el trabajo de ser críticos. La situación los tantaliza y les impide tener un mejor panorama. Al fin de cuentas están en el segundo país más feliz del globo y para completar la televisión es excelente.
Lo que éstas personas no saben es que dentro de su hermoso vividero existen niños que mueren de hambre, hay problemas en el sistema de salud, no tienen educación suficiente y de calidad y en algunas zonas escacean los alimentos. Al fin de cuentas ¿de que sirve la inversión social si lo que importa es no convertirse en el vecino? Los habitantes de este paraíso nunca conocieron su propio infierno por estar pensando en el infierno del vecino.
Bien decía Dante que los envidiosos tenían su propio círculo en el infierno. Pobres de aquellos ciegos que, aun con toda su capacidad visual, nunca vieron más allá de sus propias narices.