Hay un sentimiento que compartimos todos los seres humanos: el miedo. Parece que necesitáramos de él para dar sentido a muchos actos, además para justificar ante los demás muchas de las cosas que hacemos o dejamos de hacer. Tiene la cualidad de poder encubrir tanto los más insensatos actos de valentía como los más viles y cobardes actos.
Tiene un coste, hay que alimentarlo. Una labor que desde la antigüedad ha creado mitos que escondían y detallaban los mayores horrores que envalentonaban a los hombres a luchar contra ellos o a mantenerse distantes. Esta tradición se ha mantenido hasta nuestros días, dejando de formar parte de la mitología para ser parte de lo cotidiano, del día a día, el miedo forma parte de nuestra realidad, de nuestra cultura.
El miedo nos sujeta a estar haciendo siempre las mismas cosas, a instalarnos cómodamente en terrenos conocidos y seguros, que a la vez nos niegan la posibilidad del cambio, el aprendizaje y hasta del mismo triunfo.
En el mundo de los negocios, el miedo en realidad es muy serio porque se supone que las personas por naturaleza tenemos temores, éstos están dirigidos por nuestro ego. Tenemos miedo de no vivir de acuerdo con nuestras propias expectativas e incluso de no vivir de acuerdo con las de los demás. Tememos no saber realmente qué queremos o lo que en realidad se supone que hacemos con nuestra vida, le tenemos miedo a las implicaciones de descubrirlo, de perder nuestro estatus, nuestra reputación, nuestro conocimiento, la actualidad de nuestras destrezas, nuestra influencia.
Tenemos miedo de que nos descubran, de saber quiénes somos y en quiénes nos podemos convertir. No estamos tan seguros de ser quienes somos, de muchas cosas tenemos miedo. Visto así, nos mantenemos demasiado ocupados, tenemos cantidad de actividades por hacer para mantener nuestros temores a raya.
Nuestros organizadores personales nos dan sombra, de ahí que tengamos miedo de perderlos, en nuestra cultura el miedo a equivocarnos parece estar
directamente asociado con el miedo a perder, a que vean en el que comete el error al ser incapaz, que pierde estatus y credibilidad.
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