Aquel ser que estuvo a mi lado por ONCE AÑOS, en una relación que yo creía sincera, sin mentiras, ni odios, ni rencores, ni envidias... era una falsa persona que inventé en mi cabeza y que había confundido con aquel ser que se había pegado a mi como un parásito, alimentándose de mí, viviendo de mí, sosteniéndose por mí.
Toda su vida giraba entorno a mí, su casa, su escuela, su vida social, su vida privada, su intimidad; cada milímetro de su cuerpo lo conocí (y lo sentí) y todo dependía de mí. Las idas a cine, las cenas en su casa o en la mía, cuando dormíamos en mi cama o en la suya, o incluso en la de su padre.
Cuando acampábamos o cuando nos metíamos en el jacuzzi, cuando bailábamos música rara, cuando nos embriagábamos con los licores de su padre (fue nuestra primera vez con el Tequila) y nos reíamos por pendejadas como los nombres de algunos ríos o algo así.
Hoy, ese parásito que se fue de mí, que me dejó porque encontró otro huésped donde alojarse y alimentarse, el día de mañana cumple años y a pesar de que se apartó y logró salir adelante, su ausencia retumba en todos mis sentidos y en cada latido de mi corazón tal cual como cuando decidió dejarme, justo en ese momento cuando más necesitaba del apoyo de dicho parásito, así fuera solo para alimentarse de mí. El hecho de sentir su presencia a mi lado me hacía sentir feliz.
Feliz cumpleaños mi parásito. Te sigo queriendo igual que siempre y aún te siento conmigo. Por favor regresa de vez en cuando y aliméntate de mí, pero no me dejes del todo aún, porque me enviciaste a estar contigo y ahora las cosas no son iguales ya que no todos los días encuentras personas que hayan vivido contigo por once años.
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