Les comparto este articulo de la revista Gente de Argentina sobre la vida de Gustavo Adrián Cerati, me pareció fabuloso y quise dejarlo aquí plasmado para siempre.
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Gracias... ¡eternas!
Un arquitecto de la música”, afirma el
último dios vivo en el Olimpo del
rock nacional, Charly García. “La
figura más representativa del rock
en español”, lo definió la artista pop
más taquillera de habla hispana del mundo, su amiga
Shakira. “Una leyenda del rock en español”, tituló el
diario El País de España. “Si yo me retirara ahora,
me iría contento”, dijo Gustavo Cerati hace poco
más de cuatro años, en una de sus tantas frases
premonitorias, como las de Final caja negra, donde
cantaba: “Luces preparado/ para una muerte
elegante/ y sin embargo.../ ¡lates!”. El jueves 4 de
septiembre, después de vivir cuatro años en estado
de coma, falleció Gustavo Cerati. Quizá el último
poeta del rock argentino que deja una obra sin
desperdicio, desde su comienzo de 1984 con el
disco Soda Stereo –la primera placa de la banda–
hasta el exquisito Fuerza natural, su último álbum
solista. Esta fue más o menos su historia.
YO NACI PARA ESTO. Igual que el té irlandés, la
música formó parte del ADN de Gustavo Cerati, que
a los nueve años ya tocaba la guitarra criolla. Nació el
11 de agosto del ’59 y se crió en el barrio de Barracas.
Su padre era un contador llamado Juan José Cerati y
su mamá, Lilian Clark, hija de irlandeses, le inculcó la
costumbre del five o’clock tea como parte de su religión.
También esos discos de música clásica que se
mezclaban entre los libros del living de la casa. De allí
puede haber nacido el famoso “de música ligera”. Lilian
recuerda que de muy chico Gustavito le decía:
“Yo nací para la música”. A los 12 ya tenía un trío
que ensayaba en el sótano de una casona sobre la
avenida Rivadavia, y tres años después formó su primera
banda: Koala. Y era cierto. Gustavo se las arregló
para llevar la música a cualquier lado. ¿Cuánto?
Tanto que tocó en un cabaret de Parque Centenario y,
gracias a su paso por la colimba, recorrió el mundo
tocando en la orquesta de la Fragata Libertad.
Después sí, empezó Publicidad en la Universidad del
Salvador y conoció a Héctor Pedro Juan Bosio, Zeta.
Ahí está el big bang de la historia. ¿Cómo se completó
el tercer elemento del cajón sodero? “En el verano
de 1981 conocimos a Charly, que andaba cotejando
a mi hermana y escuchaba toda la música
nueva del punk y el post punk”, recordó Gustavo.
Charly Alberti supo que había conocido a “la chica”
cuando le preguntó: “¿Qué discos tiene tu hermano?”.
Y ella le contestó: “Uno que en la tapa dice
The Police”. En el año ’90, Gustavo confesó en el living
de Susana Gimenez: “Daba mejor de baterista
que de cuñado”.
En marzo de 1982 se dio la primera reunión de los
tres Soda Stereo con instrumentos en mano. Fueron
los días de los primeros acordes. También cuando
comenzaron a buscarle nombre a la banda. El brainstorming
enumeró “Taras Bulba”, “Los Pelitos”, “Rockerfort”,
“Aerosol”, hasta que empezaron a acercarse
a esas dos palabras inconexas que marcarían sus vidas:
Estéreo, Los Estereotipos... ¡Soda Stereo! No lo
sabían, pero esos tres chicos estaban gestando la
banda de rock en español más exitosa de todos los
tiempos.
¿POR QUE NO PUEDO SER DEL JET SET?
Aquella canción donde los Soda se reían de la frivolidad
de las celebrities, en cierto modo podría ser tomada
como una declaración de principios. Desde su
primer disco, el grupo hizo un culto de su imagen,
de la puesta en escena y de “esos raros peinados
nuevos”, tal como los inmortalizó Charly García en
Piano bar. “Lo que hacemos es una especie de mezcla
entre reggae polaco (sic) y rocanrol dietético.
Queremos que la soda inunde, gasificar el país.
Que la gente se eleve”, decían con cierta ironía y burlándose
de los estereotipos en su primer reportaje,
que la revista Pelo titulaba “Efervescencia pura”.
Soda se subió a la corriente New Wave que movía Federico
Moura en Virus, sin electrocutarse y parando
de pecho las críticas del rock más fundamentalista
(¿pacato?), que no entendía a esos tres chicos modernos,
más cerca de David Bowie y Sting que de
Pappo y Luca Prodan. Eso sí, el misil del placard de
los Soda llegó más lejos que la pirotecnia de cualquier
otra banda. En apenas tres años, el power trío
conquistó el continente. “Empezamos a vivir una
especie de beatlemanía y nos pasaban cosas peligrosas,
como que cientos de chicas se nos tiraran
encima, a punto de asfixiarnos”, recordaban. Gustavo,
Zeta y Charly cumplieron el sueño americano.
Pisaron suelos prohibidos para el rock local antes
que todos (incluso los más grandes, léase Charly, Spinetta
o el Indio Solari –la contrafigura de Gustavo–),
vendieron tickets a morir (en 1991 llenaron 14 veces
el Gran Rex) y rompieron la barrera del sonido del
rock nacional (Dynamo y Canción animal son fiel
reflejo de su evolución), más todas las estadísticas
conocidas hasta entonces. Visitaron 97 ciudades, De
música ligera tiene versiones hasta en alemán, y en
1991 convocaron a 250.000 personas en la avenida 9
de Julio. Ya nadie podía discutir a Soda Stereo.
TE LLEVO PARA QUE ME LLEVES. El 25 de junio
de 1993, Gustavo Cerati se casó en la Parroquia
de la Sagrada Familia de Santiago de Chile con Cecilia
Amenábar Granella. La chilena tenía 22 años y
era una de las tres modelos más cotizadas allende la
Cordillera. Se habían conocido cinco años antes,
cuando ella apenas contaba 17. Comenzaron salir
en 1992. Antes de firmar, Cerati debió divorciarse
de Belén Edwards, con quien se había casado en
Buenos Aires seis años antes. La palabra de Gustavo:
“El matrimonio surgió de la necesidad de compartir
dos mundos para formar uno solo. Y procrear
un hijo, claro. Simplemente, me siento
mucho mejor compartiendo todo con alguien”.
Tweety González musicalizó la ceremonia. A la hora
de caminar la alfombra roja, la pareja cambió la marcha
nupcial de Wagner por un himno beatle, Strawberry
fields forever.
En 1993, en plena gira de presentación de su disco
Dynamo, Gustavo se enteró de que su mujer estaba
embarazada y decidió colgar los guantes. Se instaló
en Santiago y en el living de la casa familiar compuso
de punta a punta Amor amarillo, su primer disco solista.
“Fue como solidarizarme con sus náuseas:
ella estaba engendrando un hijo y yo un disco.
Igual, el disco es nada frente al nacimiento de un
hijo: ésa es la máxima creación”, declaró. Además,
por aquellos días compuso Lisa –el nombre de su segunda
hija–, donde trata de meterse en el útero de
su mujer y contar sus sensaciones. Aunque, paradoja,
quien llegó en aquel 1993 fue su hijo Benito: “¿Por
qué Benito? ¿Y por qué no? Si es como cualquier
otro nombre. Se nos ocurrió porque nuestro hijo todavía
es como un fantasmita y había que ponerle
un nombre acorde. Estábamos entre Benito y Gasparín...”,
le contaba a GENTE hace un lustro. Tres
años después, sí, llegó Lisa, que antes de nacer ya tenía
su canción.
OH, OH, OH, ¿NADA PERSONAL? “La plata es
lo que complica la relación de las bandas. Es muy
difícil de manejar, pero si yo compongo los temas,
¿por qué te tengo que dar mi guita? Otra cosa fueron
las repeticiones de las situaciones: al principio
disfrutaba de todo y estaba dispuesto a hacer cualquier
cosa. Pero la repetición de una situación te
hace aburrir”. Soda Stereo se separó en 1997. Habían
pasado once discos con giras de seis meses, convivencias
interminables y 1.488 shows en catorce
años de carrera. “Volvía de seis meses de gira y decía:
‘¿Esta es mi casa? ¿Esta es mi novia?’. Es la vida
que elegiste..., pero después pensás hasta qué punto
la elegiste”. De a poco, la magia de los encuentros
entre Zeta, Charly y Gustavo se fue apagando. En los
últimos años, Gustavo se había convertido en el dueño
de la banda y lo que antes era algo natural –por
ejemplo, las correcciones permanentes de Cerati a
Charly Alberti– comenzó a molestar. “En un momento
Gustavo pasó a ser ‘el quía’... Decíamos: ‘Uy,
el quía se levantó de mal humor’... Llegamos a eso,
que fue horrible. En las últimas etapas llegamos a
no hablarnos, salvo a través de otras personas”, dijo
Zeta Bosio en algún momento. “No nos hablábamos
entre nosotros y en un momento explotó todo”,
coincidía el guitarrista. “Era algo que estábamos discutiendo
y de repente aparece en la prensa. Fue un
comunicado de él. Los Beatles también se separaron
así. Me di por enterado por los diarios”, disparó
Zeta en su momento de mayor calentura.
El 20 de septiembre de 1997, Soda Stereo llenó River
y brindó un recital impecable, sin fisuras. Pero la despedida
de la banda más importante de habla hispana
fue un adiós frío. Habían tocado catorce años por 97
ciudades de 18 países. El último concierto fue visto
por 254.000 personas. La gira terminó con el famoso
“gracias totales” y el paso a retiro de Soda Stereo
por una larga década.
CORAZON DELATOR. Cerati se convirtió en un
represente del realismo mágico del rock. Su prosa
nos muestra a un hombre alado, nos lleva a ver Un
lago en el cielo o a esa galaxia a “un millón de años
luz de casa”. Pero su lírica, además, fue auto-referencial.
Es bastante conocida la historia de Té para
tres. “No habla de una tercera en discordia. Estábamos
en el jardín los tres: Gustavo, su padre y yo.
Teníamos en la mano el resultado de los análisis de
mi marido, que sufría un cáncer terminal, y yo no
pude contener el llanto. Se me pone la piel de gallina
cuando lo escucho”, recordaba su mamá, Lilian.
Además, en más de una entrevista Cerati contó que
la producción de Colores santos, el disco que compuso
con Daniel Melero, estuvo muy movilizada por la partida de su padre: “Tu medicina es una de las
canciones más fuertes que escribí. Papá tenía cáncer
y fueron dos años pensando en la muerte. Papá
murió en mis brazos, rodeado de toda mi familia.
Ese día, en la clínica, pude terminar la canción”. Y
sus chicas aparecen en sus letras. Muchos creen que
Tu cicatriz fue escrito pensando en Déborah de Corral,
aunque Gustavo siempre lo negó. Pero también
les dedicó algunas líneas a sus ex compañeros de Soda.
Antes del regreso de la banda, su líder explicó entre
líneas el sentido del tema Uno entre mil: “Es sobre
alguien que está dormido y mejor no
despertarlo. Sé que cuando se despierte va a ser tremendo;
por ahora lo mantenemos dormido”. Eso
sí, sobre el fin de la canción, Cerati se encargaba de
contar quién seguía siendo el jefe y de quién dependía
la vuelta de Soda Stereo: “Mientras tanto, yo me
encargo de evitarlo...”.
PODER DECIR ADIOS ES CRECER. Si Signos
le dio la visa a Soda Stereo para convertirse en una
banda de masas y cruzar fronteras, Ahí vamos fue el
disco que consagró la carrera solista de Gustavo Cerati.
Después de cuatro trabajos, la gente cantaba su
repertorio y ya no le exigía los temas de Soda en sus
presentaciones. En esta placa mostró su rock más
visceral, riffs súper poderosos, letras que lo consagraron
como el gran poeta contemporáneo, Hasta se
despachó con una balada insuperable, Crimen. Párrafo
aparte: Gustavo estuvo a punto de dejar afuera
ese tema, por sentirlo demasiado empalagoso. “Está
en el borde. Parece de Robbie Williams”, se reía. “Pero
Tweetty González me dijo que era hit del disco”,
reconocía. Para sorpresa de muchos, hasta Ricardo
Mollo elogió esa balada y le pidió cantarla. Además,
Gustavo se dio el lujo de compartir la escritura de
Adiós con su hijo Benito: “Poder decir adiós/ es crecer”,
escribió su hijo, en una letra que hoy suena hasta
premonitoria. “Son las líneas que valen la pena
de la canción”, opinaba el padre. En marzo de 2007,
GC reunió a más de doscientas mil personas en la
avenida Figueroa Alcorta. La noche tuvo un highlight,
que fue la llegada de Luis Alberto Spinetta al escenario,
para tocar Bajan y Té para tres. Cuando fue
el turno de retribuir la visita, en el recital de Las bandas
eternas, Gustavo le confesó a la multitud: “Si
hay un sueño cumplido, es éste”. Ese día se convirtió
en uno entre mil, en el gran solista argentino. Ya
no tenía que competir con esa historia que en el pasado
él mismo había creado. Fue el signo que necesitaba
para gestar la vuelta de Soda Stereo.
UNA BURBUJA EN EL TIEMPO. En marzo de
2007, Cerati hablaba con GENTE y decía: “Seguramente,
estoy más cerca de tocar con mis hijos que
de volver con Soda. Con ellos nos juntamos todos
los días en el living de casa”. Pero un par de semanas
más tarde abría ese paréntesis que llamaron Una burbuja
en el tiempo. O sea, después de diez años de solista,
hacía un stop y se juntaba con Zeta y Charly para
despertar a la fiera dormida. La gira se llamó Me
verás volver, pero antes de eso hubo que limar asperezas.
Alberti recordaba: “En medio de los ensayos tuve una charla con Gustavo, esa que debimos
haber tenido en otro momento. Yo terminé llorando
y nos dijimos las cosas más lindas del
mundo... A partir de ese momento dijimos: ‘Che,
hagamos todos los shows que podamos’. Originalmente
habíamos planeado doce, y finalmente
hubo veintidós”. En un tiempo muchos dirán el famoso,
“yo estuve ahí”, y la verdad será incomprobable.
Fiel a la historia de Soda, la gira Me verás
volver fue astronómica: seis estadios de River con
un promedio de 67 mil personas, ciento treinta
mil personas en Chile más las visitas a Ecuador, Venezuela
y México. Después del exitazo, los millones
a disposición y la buena vibra que sintió el grupo
en el reencuentro, la idea era que Soda
organizara una gira cada cinco o seis años. Hoy,
ese dato forma parte de lo incomprobable.
VUELTA POR EL UNIVERSO. Finalmente,
Gustavo Cerati fue parte del jet set y vivió como
un verdadero rock star hasta el último día. Siempre
lo acompañaron las mujeres más lindas: Cecilia
Amenábar al principio, Leonora Balcarce o Chloe
Bello. Y, como para alimentar el mito de la
estrella, liberado de prejuicios se animó a tener
una larga historia con Deborah de Corral, que una
década atrás había salido con el baterista de su
banda, Charly Alberti. No formó parte del Club de
los 27 –Gustavo tuvo su Doble vida, vivió 55
años–, pero murió joven y hermoso, igual que Jim
Morrison, Michael Hutchence y Kurt Cobain. Vivió
con el Siempre es hoy, su leitmotiv, como si su
imagen juvenil, estática, nunca mutara. “Es que se
veía tan bien que a veces se sentía irrompible”,
expresó hace pocas horas Charly Alberti, después
de conocer la noticia.
Usar el famoso “nada más queda” para hablar de
la partida de Gustavo Cerati sería una injusticia.
Queda esa obra infinita y permanente. Antes de
su vuelta por el Universo –esa que pega ahora– y
los cuatro años en coma, Gustavo tuvo tiempo para
un disco más, Fuerza natural, ese que lo colmó
y lo llevó a decir: “Si yo me retirara ahora,
me iría contento”. Logró sostener una carrera
de treinta años sin fisuras –pocos pueden jactarse
de lo mismo– y nos dejó cuando el electro de
su rock tocaba el pico más alto. “No sé cómo voy
a seguir adelante”, dijo su hija Lisa. Sus fans y el
rock nacional se preguntan lo mismo. Su figura ya
es inmensa; los años crearán el mito y la harán inconmensurable.
Las bandas eternas tienen un
nuevo integrante. ¿Dónde tocan? “A un millón de
años luz de casa”.