sábado, 13 de septiembre de 2014

Gracias... ¡eternas!

Les comparto este articulo de la revista Gente de Argentina sobre la vida de Gustavo Adrián Cerati, me pareció fabuloso y quise dejarlo aquí plasmado para siempre.

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Gracias... ¡eternas!

 
Un arquitecto de la música”, afirma el último dios vivo en el Olimpo del rock nacional, Charly García. “La figura más representativa del rock en español”, lo definió la artista pop más taquillera de habla hispana del mundo, su amiga Shakira. “Una leyenda del rock en español”, tituló el diario El País de España. “Si yo me retirara ahora, me iría contento”, dijo Gustavo Cerati hace poco más de cuatro años, en una de sus tantas frases premonitorias, como las de Final caja negra, donde cantaba: “Luces preparado/ para una muerte elegante/ y sin embargo.../ ¡lates!”. El jueves 4 de septiembre, después de vivir cuatro años en estado de coma, falleció Gustavo Cerati. Quizá el último poeta del rock argentino que deja una obra sin desperdicio, desde su comienzo de 1984 con el disco Soda Stereo –la primera placa de la banda– hasta el exquisito Fuerza natural, su último álbum solista. Esta fue más o menos su historia. YO NACI PARA ESTO. Igual que el té irlandés, la música formó parte del ADN de Gustavo Cerati, que a los nueve años ya tocaba la guitarra criolla. Nació el 11 de agosto del ’59 y se crió en el barrio de Barracas. Su padre era un contador llamado Juan José Cerati y su mamá, Lilian Clark, hija de irlandeses, le inculcó la costumbre del five o’clock tea como parte de su religión. También esos discos de música clásica que se mezclaban entre los libros del living de la casa. De allí puede haber nacido el famoso “de música ligera”. Lilian recuerda que de muy chico Gustavito le decía: “Yo nací para la música”. A los 12 ya tenía un trío que ensayaba en el sótano de una casona sobre la avenida Rivadavia, y tres años después formó su primera banda: Koala. Y era cierto. Gustavo se las arregló para llevar la música a cualquier lado. ¿Cuánto? Tanto que tocó en un cabaret de Parque Centenario y, gracias a su paso por la colimba, recorrió el mundo tocando en la orquesta de la Fragata Libertad.
Después sí, empezó Publicidad en la Universidad del Salvador y conoció a Héctor Pedro Juan Bosio, Zeta. Ahí está el big bang de la historia. ¿Cómo se completó el tercer elemento del cajón sodero? “En el verano de 1981 conocimos a Charly, que andaba cotejando a mi hermana y escuchaba toda la música nueva del punk y el post punk”, recordó Gustavo. Charly Alberti supo que había conocido a “la chica” cuando le preguntó: “¿Qué discos tiene tu hermano?”. Y ella le contestó: “Uno que en la tapa dice The Police”. En el año ’90, Gustavo confesó en el living de Susana Gimenez: “Daba mejor de baterista que de cuñado”.
En marzo de 1982 se dio la primera reunión de los tres Soda Stereo con instrumentos en mano. Fueron los días de los primeros acordes. También cuando comenzaron a buscarle nombre a la banda. El brainstorming enumeró “Taras Bulba”, “Los Pelitos”, “Rockerfort”, “Aerosol”, hasta que empezaron a acercarse a esas dos palabras inconexas que marcarían sus vidas: Estéreo, Los Estereotipos... ¡Soda Stereo! No lo sabían, pero esos tres chicos estaban gestando la banda de rock en español más exitosa de todos los tiempos.
¿POR QUE NO PUEDO SER DEL JET SET? Aquella canción donde los Soda se reían de la frivolidad de las celebrities, en cierto modo podría ser tomada como una declaración de principios. Desde su primer disco, el grupo hizo un culto de su imagen, de la puesta en escena y de “esos raros peinados nuevos”, tal como los inmortalizó Charly García en Piano bar. “Lo que hacemos es una especie de mezcla entre reggae polaco (sic) y rocanrol dietético. Queremos que la soda inunde, gasificar el país. Que la gente se eleve”, decían con cierta ironía y burlándose de los estereotipos en su primer reportaje, que la revista Pelo titulaba “Efervescencia pura”.
Soda se subió a la corriente New Wave que movía Federico Moura en Virus, sin electrocutarse y parando de pecho las críticas del rock más fundamentalista (¿pacato?), que no entendía a esos tres chicos modernos, más cerca de David Bowie y Sting que de Pappo y Luca Prodan. Eso sí, el misil del placard de los Soda llegó más lejos que la pirotecnia de cualquier otra banda. En apenas tres años, el power trío conquistó el continente. “Empezamos a vivir una especie de beatlemanía y nos pasaban cosas peligrosas, como que cientos de chicas se nos tiraran encima, a punto de asfixiarnos”, recordaban. Gustavo, Zeta y Charly cumplieron el sueño americano. Pisaron suelos prohibidos para el rock local antes que todos (incluso los más grandes, léase Charly, Spinetta o el Indio Solari –la contrafigura de Gustavo–), vendieron tickets a morir (en 1991 llenaron 14 veces el Gran Rex) y rompieron la barrera del sonido del rock nacional (Dynamo y Canción animal son fiel reflejo de su evolución), más todas las estadísticas conocidas hasta entonces. Visitaron 97 ciudades, De música ligera tiene versiones hasta en alemán, y en 1991 convocaron a 250.000 personas en la avenida 9 de Julio. Ya nadie podía discutir a Soda Stereo.
TE LLEVO PARA QUE ME LLEVES. El 25 de junio de 1993, Gustavo Cerati se casó en la Parroquia de la Sagrada Familia de Santiago de Chile con Cecilia Amenábar Granella. La chilena tenía 22 años y era una de las tres modelos más cotizadas allende la Cordillera. Se habían conocido cinco años antes, cuando ella apenas contaba 17. Comenzaron salir en 1992. Antes de firmar, Cerati debió divorciarse de Belén Edwards, con quien se había casado en Buenos Aires seis años antes. La palabra de Gustavo: “El matrimonio surgió de la necesidad de compartir dos mundos para formar uno solo. Y procrear un hijo, claro. Simplemente, me siento mucho mejor compartiendo todo con alguien”. Tweety González musicalizó la ceremonia. A la hora de caminar la alfombra roja, la pareja cambió la marcha nupcial de Wagner por un himno beatle, Strawberry fields forever.
En 1993, en plena gira de presentación de su disco Dynamo, Gustavo se enteró de que su mujer estaba embarazada y decidió colgar los guantes. Se instaló en Santiago y en el living de la casa familiar compuso de punta a punta Amor amarillo, su primer disco solista. “Fue como solidarizarme con sus náuseas: ella estaba engendrando un hijo y yo un disco. Igual, el disco es nada frente al nacimiento de un hijo: ésa es la máxima creación”, declaró. Además, por aquellos días compuso Lisa –el nombre de su segunda hija–, donde trata de meterse en el útero de su mujer y contar sus sensaciones. Aunque, paradoja, quien llegó en aquel 1993 fue su hijo Benito: “¿Por qué Benito? ¿Y por qué no? Si es como cualquier otro nombre. Se nos ocurrió porque nuestro hijo todavía es como un fantasmita y había que ponerle un nombre acorde. Estábamos entre Benito y Gasparín...”, le contaba a GENTE hace un lustro. Tres años después, sí, llegó Lisa, que antes de nacer ya tenía su canción.
OH, OH, OH, ¿NADA PERSONAL? “La plata es lo que complica la relación de las bandas. Es muy difícil de manejar, pero si yo compongo los temas, ¿por qué te tengo que dar mi guita? Otra cosa fueron las repeticiones de las situaciones: al principio disfrutaba de todo y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Pero la repetición de una situación te hace aburrir”. Soda Stereo se separó en 1997. Habían pasado once discos con giras de seis meses, convivencias interminables y 1.488 shows en catorce años de carrera. “Volvía de seis meses de gira y decía: ‘¿Esta es mi casa? ¿Esta es mi novia?’. Es la vida que elegiste..., pero después pensás hasta qué punto la elegiste”. De a poco, la magia de los encuentros entre Zeta, Charly y Gustavo se fue apagando. En los últimos años, Gustavo se había convertido en el dueño de la banda y lo que antes era algo natural –por ejemplo, las correcciones permanentes de Cerati a Charly Alberti– comenzó a molestar. “En un momento Gustavo pasó a ser ‘el quía’... Decíamos: ‘Uy, el quía se levantó de mal humor’... Llegamos a eso, que fue horrible. En las últimas etapas llegamos a no hablarnos, salvo a través de otras personas”, dijo Zeta Bosio en algún momento. “No nos hablábamos entre nosotros y en un momento explotó todo”, coincidía el guitarrista. “Era algo que estábamos discutiendo y de repente aparece en la prensa. Fue un comunicado de él. Los Beatles también se separaron así. Me di por enterado por los diarios”, disparó Zeta en su momento de mayor calentura.
El 20 de septiembre de 1997, Soda Stereo llenó River y brindó un recital impecable, sin fisuras. Pero la despedida de la banda más importante de habla hispana fue un adiós frío. Habían tocado catorce años por 97 ciudades de 18 países. El último concierto fue visto por 254.000 personas. La gira terminó con el famoso “gracias totales” y el paso a retiro de Soda Stereo por una larga década.
CORAZON DELATOR. Cerati se convirtió en un represente del realismo mágico del rock. Su prosa nos muestra a un hombre alado, nos lleva a ver Un lago en el cielo o a esa galaxia a “un millón de años luz de casa”. Pero su lírica, además, fue auto-referencial. Es bastante conocida la historia de Té para tres. “No habla de una tercera en discordia. Estábamos en el jardín los tres: Gustavo, su padre y yo. Teníamos en la mano el resultado de los análisis de mi marido, que sufría un cáncer terminal, y yo no pude contener el llanto. Se me pone la piel de gallina cuando lo escucho”, recordaba su mamá, Lilian. Además, en más de una entrevista Cerati contó que la producción de Colores santos, el disco que compuso con Daniel Melero, estuvo muy movilizada por la partida de su padre: “Tu medicina es una de las canciones más fuertes que escribí. Papá tenía cáncer y fueron dos años pensando en la muerte. Papá murió en mis brazos, rodeado de toda mi familia. Ese día, en la clínica, pude terminar la canción”. Y sus chicas aparecen en sus letras. Muchos creen que Tu cicatriz fue escrito pensando en Déborah de Corral, aunque Gustavo siempre lo negó. Pero también les dedicó algunas líneas a sus ex compañeros de Soda. Antes del regreso de la banda, su líder explicó entre líneas el sentido del tema Uno entre mil: “Es sobre alguien que está dormido y mejor no despertarlo. Sé que cuando se despierte va a ser tremendo; por ahora lo mantenemos dormido”. Eso sí, sobre el fin de la canción, Cerati se encargaba de contar quién seguía siendo el jefe y de quién dependía la vuelta de Soda Stereo: “Mientras tanto, yo me encargo de evitarlo...”.
PODER DECIR ADIOS ES CRECER. Si Signos le dio la visa a Soda Stereo para convertirse en una banda de masas y cruzar fronteras, Ahí vamos fue el disco que consagró la carrera solista de Gustavo Cerati. Después de cuatro trabajos, la gente cantaba su repertorio y ya no le exigía los temas de Soda en sus presentaciones. En esta placa mostró su rock más visceral, riffs súper poderosos, letras que lo consagraron como el gran poeta contemporáneo, Hasta se despachó con una balada insuperable, Crimen. Párrafo aparte: Gustavo estuvo a punto de dejar afuera ese tema, por sentirlo demasiado empalagoso. “Está en el borde. Parece de Robbie Williams”, se reía. “Pero Tweetty González me dijo que era hit del disco”, reconocía. Para sorpresa de muchos, hasta Ricardo Mollo elogió esa balada y le pidió cantarla. Además, Gustavo se dio el lujo de compartir la escritura de Adiós con su hijo Benito: “Poder decir adiós/ es crecer”, escribió su hijo, en una letra que hoy suena hasta premonitoria. “Son las líneas que valen la pena de la canción”, opinaba el padre. En marzo de 2007, GC reunió a más de doscientas mil personas en la avenida Figueroa Alcorta. La noche tuvo un highlight, que fue la llegada de Luis Alberto Spinetta al escenario, para tocar Bajan y Té para tres. Cuando fue el turno de retribuir la visita, en el recital de Las bandas eternas, Gustavo le confesó a la multitud: “Si hay un sueño cumplido, es éste”. Ese día se convirtió en uno entre mil, en el gran solista argentino. Ya no tenía que competir con esa historia que en el pasado él mismo había creado. Fue el signo que necesitaba para gestar la vuelta de Soda Stereo.
UNA BURBUJA EN EL TIEMPO. En marzo de 2007, Cerati hablaba con GENTE y decía: “Seguramente, estoy más cerca de tocar con mis hijos que de volver con Soda. Con ellos nos juntamos todos los días en el living de casa”. Pero un par de semanas más tarde abría ese paréntesis que llamaron Una burbuja en el tiempo. O sea, después de diez años de solista, hacía un stop y se juntaba con Zeta y Charly para despertar a la fiera dormida. La gira se llamó Me verás volver, pero antes de eso hubo que limar asperezas. Alberti recordaba: “En medio de los ensayos tuve una charla con Gustavo, esa que debimos haber tenido en otro momento. Yo terminé llorando y nos dijimos las cosas más lindas del mundo... A partir de ese momento dijimos: ‘Che, hagamos todos los shows que podamos’. Originalmente habíamos planeado doce, y finalmente hubo veintidós”. En un tiempo muchos dirán el famoso, “yo estuve ahí”, y la verdad será incomprobable. Fiel a la historia de Soda, la gira Me verás volver fue astronómica: seis estadios de River con un promedio de 67 mil personas, ciento treinta mil personas en Chile más las visitas a Ecuador, Venezuela y México. Después del exitazo, los millones a disposición y la buena vibra que sintió el grupo en el reencuentro, la idea era que Soda organizara una gira cada cinco o seis años. Hoy, ese dato forma parte de lo incomprobable.
VUELTA POR EL UNIVERSO. Finalmente, Gustavo Cerati fue parte del jet set y vivió como un verdadero rock star hasta el último día. Siempre lo acompañaron las mujeres más lindas: Cecilia Amenábar al principio, Leonora Balcarce o Chloe Bello. Y, como para alimentar el mito de la estrella, liberado de prejuicios se animó a tener una larga historia con Deborah de Corral, que una década atrás había salido con el baterista de su banda, Charly Alberti. No formó parte del Club de los 27 –Gustavo tuvo su Doble vida, vivió 55 años–, pero murió joven y hermoso, igual que Jim Morrison, Michael Hutchence y Kurt Cobain. Vivió con el Siempre es hoy, su leitmotiv, como si su imagen juvenil, estática, nunca mutara. “Es que se veía tan bien que a veces se sentía irrompible”, expresó hace pocas horas Charly Alberti, después de conocer la noticia.
Usar el famoso “nada más queda” para hablar de la partida de Gustavo Cerati sería una injusticia. Queda esa obra infinita y permanente. Antes de su vuelta por el Universo –esa que pega ahora– y los cuatro años en coma, Gustavo tuvo tiempo para un disco más, Fuerza natural, ese que lo colmó y lo llevó a decir: “Si yo me retirara ahora, me iría contento”. Logró sostener una carrera de treinta años sin fisuras –pocos pueden jactarse de lo mismo– y nos dejó cuando el electro de su rock tocaba el pico más alto. “No sé cómo voy a seguir adelante”, dijo su hija Lisa. Sus fans y el rock nacional se preguntan lo mismo. Su figura ya es inmensa; los años crearán el mito y la harán inconmensurable. Las bandas eternas tienen un nuevo integrante. ¿Dónde tocan? “A un millón de años luz de casa”.

Por Julián Zocchi

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